martes, 25 de marzo de 2014

CORRE HOMBRE, CORRE (1985)

 La obra literaria de Chester Himes no ha tenido muchas versiones en el mundo de la viñeta. Queda como primera y desconocida inmersión "La reine des Pommes", comic sesentero a cargo de Melvin Van Peebles (entonces viviendo en Francia) y dibujado por Wolinski, donde se adaptaba la primera novela del ciclo Harlem. La adaptación que aquí nos ocupa "Corre hombre, corre" (1985) corrió a cargo del finado Florenci Clave, un autor que mostró una especial querencia por las historias policíacas a las que sacó gran partido con su magnífico trabajo gráfico. Un buen ejemplo de ello son "La banda de Bonnot" (1980) o su versión de "El cartero siempre llama dos veces" (1986). Clavé es uno de los grandes ilustradores de la historieta española que desarrolló una importante obra en el extranjero (Francia, Inglaterra, Italia, Suecia...) movida siempre por sus deseos de creación y libertad. Su temprana desaparición en plena madurez nos privó de un autor que merecía mayor reconocimiento en nuestro país.

Un policía corrupto provoca una serie de asesinatos mientras se encuentra completamente borracho. Desafortunadamente para él, un testigo negro se le escapará. El juego del gato y el ratón comienza en pleno Harlem entre dos personajes sometidos a la presión de la ley. Uno lleva placa y pistola, es blanco y utiliza la justicia en su provecho aunque esconde un carácter violento y psicótico. El otro, negro e inocente, tendrá que recurrir a todo para salir con vida. Las amantes de ambos y el policía que investiga el caso tendran la última palabra.

 
Si Don Siegel hubiese llevado a la pantalla esta obra de Chester Himes su resultado no varíaría en exceso de lo logrado por Florenci Clavé. Estamos ante un relato conciso, cortante, seco y bien delimitado donde el estilo del dibujante saca gran partido de las situaciones de la narración y del ambiente en el que se desarrolla. Western urbano en definitiva, doblemente negro, donde el racismo y la violencia vuelven a ser el origen casual de una serie de asesinatos tan absurdos como evitables. Brock y Jimmy son los protagonistas de este nihilista relato criminal donde los inocentes mueren sin razón alguna y la ley está en manos de un asesino irascible y obsesivo. El desenlace será menos oscuro que en otras obras del escritor norteamericano.

lunes, 24 de marzo de 2014

LIALEH (1973)


Territorio "blue movie". Y con una película que ha ido adquiriendo cierto renombre con los años. Motivos variados. El más evidente: una de las pocas muestras de blaxxxploitation setentera que se conocen. El más conocido: la presencia del batería Bernard Purdie respaldando, financiando y creando la banda sonora de la película. Este último aspecto ha desenterrado al film del pozo de los olvidos: contagioso soul-funk y R&B  ideal para las veladas más cálidas. La película sigue los patrones de la época aunque tiene el encanto genuino del porno setentero que  los ochenta se encargaron de borrar de un plumazo. 

 
La historia no da para mucho pero cumple su esperada función: una versión "hot" de operación triunfo con las esperadas escenas de rigor. Lialeh quiere llegar al estrellato como cantante y hará todo lo posible por conseguirlo. La joven no es que tenga muchas aptitudes musicales pero maneja bien el "micrófono" y se mueve bien en los distintos escenarios. Su "descubridor" lo ve rápido y maneja sus curvas con cierta asiduidad. Un tipo que mantiene la chulería exhibicionista de los pimps de la época muy dedicado a sus fogosas embestidas con las diversas mujeres con las que se encuentra. Hay tiempo para lesbianismo telefónico, handjobs, un ataque sin cuartel de unas coristas en celo contra un cura  y un fin de fiesta sobre un escenario donde una espectadora blanca conocerá de primera mano la otra cara del "black is beautiful".

 
Lo mejor se encuentra en el apartado musical: un número repetido para llenar metraje donde Bernard Purdie es el protagonista, los temas que acompañan de fondo las escenars hard, y el espectáculo final, un tanto ridículo y verbenero, pero con indudable guiño a los hermanos Mitchell. Si tienen que elegir entre la película y la banda sonora, opten por lo segundo aunque el film no aburre (apenas llega a los ochenta minutos)  y es una buena muestra del cine porno de la época. Y destacar tanto su cartel como las frases promocionales que la acompañan: Pink on the inside, Black on the outside!