jueves, 29 de octubre de 2009

BONES (2001)


La relación de Snopp Dogg con el cine ha sido variada aunque escasamente interesante. Un buen ejemplo de ello es Bones (2001), un film de terror completamente acondicionado a su persona donde salta a la vista su escasa prestancia actoral. A priori, la película era interesante: retomar el género terrorífico desde una perspectiva netamente racial e incorporarle algunos elementos contemporáneos para actualizar la propuesta. Jugamos en terreno conocido. Un intento de urban ghost story de evidente sabor afro y con la intención de crear una franquicia que vistos los resultados comerciales se quedó en las estanterías de la New Line Cinema.


La historia del filme gira entorno a Jimmy Bones, una mezcla de pimp y protector de un ghetto que en los años 70 fue asesinado al negarse a introducir una nueva droga en el barrio. Un cuarto de siglo después, un grupo de jóvenes vinculados con algunos de los implicados en su muerte, vuelven al lugar de los hechos con la idea de abrir una discoteca en el viejo cubil donde residió y murió Bones. Los errores de siempre provocarán la habitual venganza de ultratumba, bañada de generosas dosis de sangre.


Los principales responsables de este desaguisado son Adam Simon y Tim Metcalfe, participes de un guión repleto de lugares comunes, vacuas citas cinéfilas, chistes sin gracia, soluciones gratuitas con que resolver las idas y venidas del personal, y uso de argot callejero para conectar con el público juvenil. Lo más preocupante de la función es el vago retrato que hacen del propio Bones, cuya fuerza y motivación se va perdiendo a lo largo del metraje. La idea de crear una imagen mítica y legendaria naufraga de manera estrepitosa.


El director Ernest Dickerson hace lo que puede ante tan oscuro panorama y delega toda la propuesta a efectistas movimientos de cámara, consecuentes efectos especiales (con abundantes dosis de pintura roja), ocasionales hallazgos en el diseño de producción y cuidados ambientes siniestros muy bien secundados por su director de fotografía, el español Flavio Martínez Laviano.


Ante la desidia que provoca el visionado de la película, uno se puede entretener por reconocer los evidentes guiños cinéfilos que aparecen a lo largo de la película: desde la lluvia de larvas extraída de Suspiria, a la recomposición carnica de un esqueleto made in Hellraiser, pasando por los ambientes pesadillescos propios de la serie Freddy Krueger, claros ecos del Cuervo de James O´Barr, sin olvidar una versión remozada de la Mystery Machine de Scooby Doo, aunque aquí el cancerbero muerde y juega en el bando contrario.


La maravillosa Pam Grier, enlace de unión con la vieja blaxplotation, está completamente desaprovechada y sus apariciones carecen de la magia deseada. Y las potentes, Bianca Lawson y Katherine Isabelle dan poco juego a la hora de mostrar sus encantos. Por una vez el refrán se ajusta perfectamente a la hora de definir Bones: “perro ladrador poco mordedor”.


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