miércoles, 21 de octubre de 2009

BLADE TRINITY (2004)


David S. Goyer tomó las riendas de esta nueva secuela ante la negativa de Guillermo del Toro de volver a dirigir el nuevo título de la franquicia. No obstante, el nombre del cineasta mexicano aparece en los agradecimientos del film. En su doble faceta de director y guionista, Goyer opta por la continuidad de la fórmula que tan buenos resultados comerciales había dado en las dos anteriores películas. Las variaciones son escasas, la estructura básicamente es la misma y los añadidos o novedades tan previsibles como inanes. No se puede achacar completamente a la inexperiencia de Goyer tras las cámaras el decepcionante resultado de esta tercera parte. Simplemente su falta de personalidad como cineasta refuerza los defectos que ya tenían las anteriores obras y anula los aciertos visuales y ocasionales destellos de genio que aparecían de vez en cuando en las dos primeras películas. No olvidemos que estamos ante películas de producción donde las decisiones de un cineasta novel cuentan más bien poco aunque se trate del guionista en jefe de la franquicia.


El guión de Goyer vuelve a recoger aspectos y personajes de la mitología del personaje para utilizarlos de la manera más interesada posible. Blade cae en una trampa urdida por los vampiros y es detenido por las fuerzas de la ley, tras una movida refriega en la que muere Whistler. Los upiros por su parte han resucitado a Drake/Drácula el primer vampiro con el fin de obtener el suero definitivo que les haga caminar sobre la tierra día y noche. Un misterioso grupo rescatará a Blade de las garras de la policía e intentará hacer frente a la nueva amenaza.


Blade Trinity vuelve a apoyarse en un guión deshilichado que es el principal enemigo de la cinta. Las situaciones y secuencias se suceden por atona acumulación sin ningún tipo de estímulo que las lleve a su deseado climax. Los personajes se mueven por la misma lanzando dialogos y perlas supuestamente destroyer que provocan más hilaridad que el deseado contrapunto desmitificador. La voz en off que indica que lo que se cuenta en las películas de vampiros es un cúmulo de estupideces y que todo nació y murió con Blade no viene ratificada por el metraje posterior. La amenaza que se cierne sobre nuestros personajes pocas veces es detectada en pantalla.


A Goyer le preocupa más los andares cool de nuestros protagonistas en slow motion en sintonía con la marchosa banda sonora, las poses pseudoduras de los principales protagonistas y las rutinarias escenas de acción que al menos no son alargadas hasta la exasperación. E incluso se permite echar por tierra el magro erotismo que podría despertar la muy potente Jessica Biel, malogrado en irrisorias escenas muy cercanas a cualquier spot publicitario que se precie.


El otro gran defecto de la película es un abultado error de casting. El musculoso Dominic Purcell, mas habituado a las fugas carcelarias que a morder cuellos, podrá ser cualquier cosa menos el primer vampiro, el legendario Drácula llamado Drake para no levantar suspicacias, al que se relaciona con el Dagon o Dagan sumerio (interesante cita culterana que desafortunadamente se queda en eso). En lugar de ser el auténtico némesis de Blade, en pantalla tan solo se vislumbra como un entonado sparring que evita unos minutos la agonía del personaje en su buscado camino hacia el sacrificio redentor.


En cuanto a la versión remozada de los Nightstalkers, tan solo decir que cualquier parecido entre Hannibal King en los comics y el personaje nominal que interpreta Ryan Reynolds es mera coincidencia. Lo demás, como ya hemos dicho en ocasiones en otras películas guionizadas por Goyer, luce tan decorativo como carente de toda entidad. Quedémonos quizás con la única imagen inquietante del film: esa nave repleta de humanos utilizada como granja de abastecimiento por las temibles legiones de la noche. Una hermosa flor en la insaluble cienaga llamada Blade Trinity.

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