lunes, 13 de abril de 2009

SUPERFLY


En plena euforia blaxploiter y tras el éxito global de Las noches rojas de Harlem, surgió una película de bajo presupuesto que no solo le hizo sombra en su respuesta popular sino que supuso además un punto y aparte en el cine afroamericano de los setenta: Superfly (1972). Queda claro que un fenómeno como Sweet Sweetback´s Baaadasss Song, se movió por círculos independientes y movimientos underground muy acordes con su transgresora visión del choque racial que desde los suburbios se tenía de la población negra. La película de Melvin Van Peebles abrió un camino seguido por muy pocos cineastas negros de entonces. Lo normal o habitual, era facturar rápidas películas de género, en su mayoría funcionales thrillers policíacos, con ramalazos críticos y evidentes toques sociales para contentar al público de color que, no nos engañemos, era el público originariamente destinatario de estas producciones. El nuevo héroe negro imponía su ley a sangre y fuego a ambos lados de la ley, pero siempre dentro de un orden más o menos establecido (como siempre ha sucedido en géneros tan delicados en interpretaciones sociopolíticas como el western o el cine negro). El viejo Hollywood no se manchaba las manos con estas obras, ya tenían a su actor negro oficial para contentar a la mayoría WASP; en todo caso compraban o distribuían estas películas (financiadas generalmente por productoras pequeñas familiarizadas con el cine de explotación) y en ocasiones, creaban compañías fantasmas para financiar alguna de estas producciones evitando así hacerlo de manera directa. Aunque los tiempos estaban cambiando, el Hollywood capitalista seguía teniendo sus prejuicios aunque el color del dinero siempre ha sido el interés prioritario de las Majors. No obstante, las operaciones matemáticas en el mundo del cine a veces no son exactas.


Youngblood Priest (Ron O´Neal) es un camello supercool con diversos negocios que vive muy bien en su barrio: tiene pasta, drogas, un gran coche, sabe defenderse, dispone de varias casas, chicas….Sin embargo, su vida está vacía y planea huir a toda costa. Para ello planea un último gran golpe con su socio Eddie: conseguir 30 kilos de coca, cortarla y conseguir un millón de pavos a dividir entre dos para poder retirarse con su novia. Sin embargo, las cosas nunca son fáciles y en su camino tendrá que enfrentarse a militantes negros, policías corruptos, mafiosos y alguna traición entre sus filas.


Superfly (1972) surgió de la nada. Rodada en condiciones complejas, con limitaciones presupuestarias de todo tipo, la película se comenzó a rodar sin tener la financiación completamente cerrada lo que obligó a su director Gordon Parks Jr. ha suspender el rodaje en varias ocasiones. Los 150.000 dólares que costó la película (otras fuentes elevan esa cifra a 300.000) fueron puestos por un par de dentistas de color y el propio padre del director, responsable no lo olvidemos de los dos primeros Shaft. De la producción se ocupó Sig Shore (algo que repitió en las dos posteriores secuelas), que en la película llegó a interpretar al corrupto comisario Riordan. Además, Superfly se realizó en zonas muy marginales controladas por bandas con las que hubo que pactar en más de una ocasión, llegándose al caso de que uno de estos hampones (K.C.) aparece en el film prácticamente interpretándose a si mismo.


Estas condiciones potenciaron el tono documental de la película cuyo aspecto descarnado en su visión de los barrios negros molestó a muchos miembros de la sociedad afroamericana. La droga es el verdadero motor económico del ghetto y los intentos por cambiar la situación de movimientos militantes negros son criticados en el film por ser considerados mera parafernalia pseudopolítica. El negro que vive en los suburbios es doblemente esclavo tanto por su dependencia a la enfermedad como por no combatir al sistema blanco que los domina. Evidentemente, Youngblood Priest no lucha por su gente ni por el bien del barrio. Es un antihéroe individualista que su única esperanza es escapar de la cárcel urbana en la que le ha sumergido la sociedad. Superfly es ante todo una historia de redención personal en un ambiente oscuro y casi infernal. La glorificación al consumo aparentemente mostrada en el film (y que fue criticada posteriormente por su propio protagonista) en un excelente montaje de fotos fijas supone un magnífico documento de cómo funcionaba el negocio en los suburbios negros. Aunque nunca aparece citado en el film, en Younblood Priest hay algunos ecos de traficantes conocidos a posteriori como Frank Lucas o Nicky Burns, huella reconocible especialmente en el film de Ridley Scott American Gangster (2007).

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